Parte I. La ternura. Parte II. Comprender a los adolescentes. Parte III. La simbolización: La palabra.
Parte I. La ternura
"La pulsión de muerte es una fuerza que empuja al ser humano hacia lo destructivo, que se opone a la fuerza que tiende a la vida." S. Freud.
El ser humano nace con una carga de fuerza destructiva, o sea de odio. Es el amor, el cuidado, la contención, la comprensión desde el comienzo de la vida, lo que le permite mitigar estos impulsos y transformarse en persona. Aquí aparece un primer problema: Nos dan ganas de cuidar a un bebé, que se parece tanto a nosotros en otro momento de nuestra historia, y nos genera tanta ternura. Pero, cómo seguir cuidando a las personas que queremos cuando son cada vez más distintas a nosotros y algunas veces a lo que imaginábamos que iban a ser.
En radios, TV, diarios y revistas nos enteramos constantemente de situaciones de violencia entre gente que se quiere, en las parejas y aún en las familias. Por qué es tan difícil cumplir ese mandato: ¡Amarás a tu prójimo! Tal vez porque el otro no es lo que producían nuestras fantasías. O sea: Es diferente de nosotros mismos.
Tal vez el amor incondicional sea una forma de idealismo y en la vida real resulte más factible plantearse lo posible en lugar de lo mejor. La ternura, es un sentimiento que está a mitad de camino entre el odio y el amor y que alude a aceptar a las otras personas, sus procesos de crecimiento y procesos de diferenciación. Es un concepto dentro de la teoría psicoanalítica que alude a la transformación de los instintos infantiles cuando el sujeto debe socializarse.
Tal vez debamos hacer de la ternura un hábito constante como forma de prevención y de cuidado de los maltratos que pueden aparecer entre las personas que comparten su cotidianidad.
Luis Carlos Alberto Restrepo, en El Derecho a la Ternura, dice: “Cuando hemos llegado a la frontera del odio, cuando nuestra irritación está a punto de transformarse en violencia, aparece la ternura como un conjuro social que nos enseña a convivir con seres diferentes que, aunque no responden por completo a nuestras exigencias y demandas, nos brindan desde su singularidad calor y compañía, enriqueciéndonos con su presencia... La ternura es el camino que recorremos cuando nos damos cuenta de la fragilidad humana... de la facilidad con la que nos convertimos en sujetos mal tratantes.”
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