Parte III La palabra: Convivencia y órden simbólico
Como sabemos, la escencia de lo humano tiene que ver con el lenguaje, con la particularidad del lenguaje humano que, como forma de comunicación, es diferente de cualquier otra. El lenguaje humano, posibilita el malentendido, el chiste, pero también la metáfora, el poder de nombrar lo innombrable.
El niño va adquiriendo ese lenguaje y a la vez, se va haciendo adentro de él. El lenguaje sirve para nombrar la naturaleza, para aferrarla y controlarla. Hablamos de "naturaleza" en su doble sentido, naturaleza externa; el clima los cataclismos, los ciclos, los ritmos y lo que altera esos ritmos, pero también interna, es decir, lo que de nosotros desconocemos, que es una gran parte, como lo que está sumergido de un iceberg; lo que "nos pasa" internamente.
Cuando nos sentimos mal, cuando estamos tristes, frustrados, sentimos bronca, odio, envidia, celos, el lenguaje nos brinda la posibilidad de reconocer eso que nos pasa y de esa manera, elaborarlo, es decir, procesarlo, modificarlo un poco, moldearlo, y para esto basta a veces, simplemente con nombrar. Por eso la idea de la educación emocional es válida: Sabemos que puede servir para prevenir muchos problemas, como las dificultades de relación, las adicciones, la infelicidad crónica y hasta la somatización.
En cuanto a la convivencia; aquello que no podemos reconocer, pensar, decirnos y decir (recordemos que la opinión generalizada de los teóricos es que el pensamiento es lenguaje hablado que se ha interiorizado, un hablar con uno mismo), lo que no podemos decir, muchas veces lo actuamos.
Los psicólogos conocemos con el nombre de actuación (o acting out) un mecanismo mediante el cual representamos a través de la conducta nuestros sentimientos no reconocidos y hasta a veces desconocidos (en verdad para esto último tenemos otro concepto que es el de pasaje al acto). De cualquier forma, se trata de preparar, entrenar a los niños para que se conozcan y puedan reconocer lo que les pasa en un momento dado y a partir de allí puedan hacer algo con eso, algo que no sea necesariamente físico, violento, disruptivo, que se imponga al otro y lo invada. Para esto no hacen falta expertos; las madres y padres lo hacen intuitivamente cuando piensan en voz alta con sus hijos pequeños, como verdaderos "yoes auxiliares" mediando, moderando, ofreciendo alternativas, sugiriendo nuevas soluciones, miradas diferentes, proponiendo la cooperación, el diálogo y la convivencia, ayudando a tolerar las frustraciones, consolando, apostando a la capacidad de reparación, tanto de los vínculos como del mundo interno que parece despedazado por las pasiones.
Otro concepto importante es el de lo imaginario. El niño adquiere su identidad, su unidad apuntalado en la imágen. La imagen tiene varias particularidades que, seguramente ustedes conocen, la imágen captura, fascina, cierra en sí misma, unifica. Por eso es tan importante.
Pero no todas las cualidades de la imagen resultan simpáticas, convenientes en toda ocasión, la imagen es cerrada e inmutable, no tiene matices, no plantea alternativas. Los razonamientos que se pueden hacer usando imagenes son limitados, simplistas, aunque rápidos y fáciles. El prejuicio justamente tiene que ver con la imagen "Los .... son ....". No es ni más ni menos que la imagen que nos hacemos de los... ¿Pero es que no hay nada más allá? Claro que sí.
Volvamos a la constitución del psiquismo infantil. La imágen juega su papel en un momento determinado. Un papel importante. Pero después debe dar lugar a otros sistemas u órdenes. Ya se habrán dado cuenta que el lenguaje trasciende a la imágen. Se pueden hacer muchísimas películas a partir de un sólo libro. El libro no queda agotado nunca. Es mucho más. Cuestionamos eso de que una imágen vale mucho más que mil palabras. Digamos que al traducir la palabra en imágen o la imágen en palabras siempre algo se pierde. La imágen es sintética, la palabra es analítica. La imágen es, a lo sumo, analógica. El lenguaje es digital.
Cuando el niño se encuentra frente al espejo, se re-conoce en esa imágen. Pero luego se encuentra con otros, iguales, "pares" que se resisten a esa identidad, son autónomos, no responden a sus deseos y en ese sentido lo frustran, quiebran su romance narcisista.
Otra de las características importantes de la imagen es que es excluyente: Propone un sólo lugar. Una jóven paciente que vengo tratando hace algunos años, la menor de tres hermanas, me decía que ella quería dedicarse al teatro, su aspiración era ser actriz. El problema es que una de sus hermanas ya había elegido dedicarse a ese arte. En su familia había lugar para una sola actriz. No más.
Ante esta situación se plantea la famosa disyuntiva: yo o el otro. Así se plantea la destrucción del otro como única posibilidad de supervivencia.
Por eso es tan urgente apostar a la simbolización, al pensamiento, que es diálogo interiorizado. ¿Qué diálogo? Antes que nada, diálogo con los que amamos, con los que, en un primer momento, siginifican todo para nosotros.
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