Los tics son contracciones o espasmos intermitentes de grupos musculares limitados. Muchas veces denotan problemas psicológicos.
El término se aplica a distintos movimientos involuntarios, tales como parpadeos, contracciones de la boca, contracciones faciales, sonidos producidos con la boca o la nariz, etc. El enfermo puede o no tener advertencia de sus tics y este problema ocurre más frecuentemente entre los 6 y 14 años, ocasionalmente antes. Los tics están en conexión con desajustes de la personalidad y, por lo tanto, pueden estar acompañados de otros síntomas. Sin embargo, el tic puede constituir el síntoma único o el más importante.
En algunos casos, la base orgánica como factor constitucional o bien como secuela de un proceso encefalítico es innegable. Sin embargo, tanto en la iniciación del síntoma como en su persistencia, lo psicológico puede ser lo más importante. El tic representa fundamentalmente el intento de reducir una tensión interior, de tal modo que muchos individuos normales presentan tics en situaciones generadoras de tensión exagerada. Suele ocurrir que en ciertos niños este mecanismo es más accesible y es usado preferentemente para dar salida a tensiones relacionadas con sus conflictos internos. Los tics suelen presentarse en algunos niños angustiados únicamente en aquellas temporadas en que aumentan sus tensiones a causa de su propia agresividad o de las agresiones que lo rodean y a las cuales no puede manejar, así como también el aumento de la tensión sexual. Muy ocasionalmente los tics se inician en la juventud o la edad adulta.
No se debe perder de vista que un tic puede ser el punto de partida de problemas secundarios importantes, los cuales pueden ser tratados con terapia, puesto que en la mayoría de los casos en los que no aparece ninguna problemática orgánica, es decir física, la terapéutica consiste en elaborar, procesar y corregir los conflictos subyacentes.